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Más recuerdos...


Recuerdos... Como si siempre hubieran estado allí, como si tan sólo rebuscando un poco mi mente liberara todo lo que tuve que encerrar. Piezas de un puzzle abstracto que no se si algún día completaré.

Lo único que siempre quise descubrir es la edad en la que su infamia machacó mi infancia. La primera vez, tal vez oculta en lo más recóndito de mi subconsciente.

Siempre me dijo que yo lo inicié con tres años, pero quise dudarlo porque es más bonito imaginar que tuve al menos unos años más de inocencia.

Curiosidad y miedo. Quiero saber y a la vez temo revivir aquello.

He pasado de sentirme maquiavélica, cobarde e insignificante a creerme poseedora de una fuerza de la que quizás carezco.

Me obligo a demasiadas cosas, algunas me hacen sentir bien e incluso orgullosa. Salir de casa cada día e ir al restaurante es un esfuerzo tremendo pero conseguirlo me da mucha paz, me demuestra a mi misma que puedo vivir con relativa normalidad.

Atender a los clientes conlleva aguantar ciertos comentarios indiscretos que a veces son difíciles de digerir, pero resisto cada estocada sin desmoronarme y cada una es una menos de las que me quedan. Es mi trabajo y poder hacerlo de nuevo es reconfortante.

Sin embargo ayer me pasé, se que no estoy bien ni mucho menos, solo estable. Quise negar la realidad y jugué con fuego. Forcé tanto la máquina que ahora aún estoy recomponiendo piezas.

Me ofrecieron una plaza de garaje, algo sencillo para cualquiera. Práctico y más barato que pagar la zona azul. Y me sentí capaz, por qué no probar si también podía lograr eso.

Un reto, un guante de desafió que acepte sin meditar lo que podía significar, lo que era posible que despertara en mi.

Y baje a verla, primero andando y después con el coche. Tras dieciocho maniobras para incrustar mi vehículo entre una pared y un poste casi no puedo salir de allí, se me caló más en las dos rampas que en mis tres años de conductora. Normal, soy torpe y ya, mejor pensar que como el suelo es granate y no oscuro no me trae ninguna sensación.

No iba mal hasta que me tope con las luces de otro coche que quería bajar. Aparco en centros comerciales algunas veces y tuve dos plazas el primer año. Hasta anoche nunca me había percatado de los nervios cuando veo las luces de otros faros, cuando escucho abrir el portón de la entrada.

Demasiados años jugando a algo sucio, escondiéndome y tratando de aparentar normalidad cuando alguien más estacionaba cerca nuestro. Entonces me sobresaltaba yo más que él, saltaba en el asiento como si un resorte me impulsara y me moría de vergüenza y de pánico con solo imaginar que alguien se diera cuenta de lo que estaba sucediendo. Él, en cambio, apartaba ligeramente su mano y permanecía impasible en su asiento fingiendo normalidad hasta que el peligro desaparecía y volvía al ataque. Ni siquiera me permitía subirme las braguitas o abrocharme el pantalón si no llevaba falda.

Años, cientos de abusos continuados y aún me extraña revivir esa sensación. Sentir que estoy haciendo algo malo y tratar de desaparecer cada vez que aparece otro vehículo.

Para colmo al tumbarme en la cama mi cabeza comenzó a divagar sobre los pros y contras de alquilar la plaza. Al quedar mi puerta junto a la pared tendría que bajar por el puesto del copiloto.
Pensando una forma cómoda para desplazar mi metro ochenta de un lado al otro me transporté.
Me vi allí, en ese maldito asiento y ya no era mi guantera la que estaba frente a mí, era su salpicadero.

Como siempre en tercera persona, disociada de mi cuerpo pero con algunas sensaciones entremezcladas. No es un recuerdo exacto, un episodio con un principio y un final.
Son flashes que ni siquiera me sorprenden, porque aunque quiera arrinconarlos ya los conozco. Ya he pasado por eso. Siempre han estado en alguna parte de mi cerebro, sólo que me aterraba demasiado encontrarme con ellos.

He conseguido dormir por puro agotamiento, no se ni como porque sentía el corazón palpitando acelerado hasta en las sienes.

Cada imagen es tan perturbadora y asquerosa. Ver esa pequeña niña creciendo en sus manos, callando una suciedad de la que no era culpable y sintiéndose tan impura, tan indigna...

Contra más avanzo mis cargos de conciencia van menguando. Respecto a él todo ha cambiado. Primero le quería porque era mi abuelo y a pesar de todo yo era “su ojito derecho”, creía deberle tanto.

Me enseño a nadar, tirándome con casi tres años en medio de una piscina olímpica a ver si salía sola. Todos le rieron la gracia y le alabaron por su ingenio, cuando fui yo la que sobreviví una vez más manteniendome a flote y avanzando hasta la escalera como buenamente pude.

Me enseño a patinar, una vez me preguntó si quería aprender a bajar cuestas le dije que si y me lanzó por una rampa, aterrice despellejándome las rodillas. Otra de sus gracias, y ni siquiera me permitieron llorar,que ya era muy mayor, o ir al botiquín. Su “Dios” afirmó que un poco de saliva bastaba para desinfectar. Por supuesto su asquerosa saliva.

Eso le debo. Crueldad, manipulación, soledad... Destruyó la confianza que alguna tuve en mis padres. Se adjudicó cada paso que dí en la vida. Hasta eso me robó.

Cuando crecí y llegue a mi tormentosa y prolongada adolescencia la indiferencia hacía él lo invadió todo. No volví a tolerar su presencia, su enfermedad y su muerte me dejo un frio glacial, vacío absoluto. Ni se donde está enterrado ni me interesa.

Fue así durante años, pero mis primeros recuerdos transformaron esa indiferencia en asco. El profundo asco que me producían sus “besos”. Cuando me saludaba me limpiaba a escondidas el surco de babas que depositaba en mis mejillas, porque encima era considerado de mala educación y se me regañaba por ello. Él sólo estaba estaba demostrando afecto a su desagradecida nieta.

Tuve que caer en el más profundo abismo, tuve que morir en vida para poder poner nombre al enemigo que destruía mi espíritu. Conseguí levantarme una vez más y cada día camino hacia mi sanación.
A veces suelto lastres que me han acompañado toda mi vida, dejando atrás un rastro de culpa y vergüenza injustificados.

Literalmente me voy quitando peso de encima, su carga. Él asco se entrecruza ahora con la rabia.
No se si soy capaz de odiar, pero si siento un gran coraje por todo lo que me arrebató, por hacerme este ser débil que se tuvo que desmoronarse para poder levantar la cabeza de nuevo.

Todo el esfuerzo, el trabajo, el dolor, la tristeza, el sufrimiento, la soledad, la desconfianza, la ansiedad, la impotencia, la suciedad... Todo eso es lo que le debo. Porque patino, nado, ... a pesar de sus “lecciones” no gracias a ellas.

La entereza es lo que me hace seguir hacia adelante. Recordar me asfixia, ahoga mi alma de nuevo, pero se como mantenerme a flote en aguas turbulentas y una vez más alcanzaré la orilla.

Comentarios

  1. No es malo forzarse,pero hasta cierto punto.De todas formas esos flash habrían aparecido tarde o temprano.
    Yo a veces he intentado contener algún recuerdo y acaba saliendo siempre.
    Es bueno que no te derrumbes con ellos pero date un respiro de vez en cuando permitete estar mal sí lo necesitas.Todo lleva su proceso.
    Me ha gustado tú blog porque pones en palabras muchas cosas que yo no se explicar.

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    1. Gracias por tu comentario,pero sobre todo por tu consejo...A veces no me doy cuenta de que necesito tomarme mi tiempo para estar de bajon,de que forma parte del proceso y trato de seguir fingiendo que todo es normal.
      Me puede la fuerza de la costumbre...

      "Me ha gustado tú blog porque pones en palabras muchas cosas que yo no se explicar" Por comentarios así siento que todo lo que comparto merece la pena.

      Un abrazo.

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  2. Mi muchachita valiente !!!
    Sabes que te entiendo perfectamente, que me identifico muchísimo con tus ganas de querer superarte día trás día, de que no te frene nada... Pero por favor, como siempre te pido, no te fuerces a hacer cosas porque "ya estás mucho mejor" y tienes que poder hacerlas... A veces no pasa nada, absolutamente nada porque paremos un momento a llorar. No es que nos anclemos en nuestro dolor es que sino, llega un momento en el que nuestro vaso no puede más y terminamos parando porque no podemos seguir y eso tampoco es fácil.
    Te acuerdas que te conté que seguí adelante pese a que estaba mal? Que no me permití a mí misma pararme a llorar? Pues he estado un par de días en los que me tiraba en la cama hasta las tantas. No quería salir de mi cuarto y no tenía fuerzas para hacerlo. Mi madre lo ha respetado, sabía que no estaba bien. Sólo salía si me llamaba mi prima y claro, me llamaba mi prima y ahí estaba mi tío... Y más ganas aún me entraban de encerrarme en mi cuarto sin ver a nadie y que el mundo siguiese girando mientras, que yo de mi cama no me movía. Sólo han sido 2 días pero sabes lo que eso significa para nosotras, una pequeña gran derrota.
    No podemos ponernos a nosotras mismas expectativas tan altas que son imposibles de lograr porque es normal que tengamos que gritar, que llorar, que sacar esa rabia que nos ahoga...
    Me ha puesto los pelos de punta tu recuerdo, ese flash es durísimo, horrible... La impasividad de tu abuelo es tremenda, sinvergüenza...
    Sé que eres muy fuerte y muy valiente. Sabes que adoro tu actitud pero por favor, no seas dura contigo misma. Si quieres llorar, llora. Si necesitas gritar, grita. Eso sí está en tu mano controlarlo. Bastante tienes ya con tus recuerdos que están ahí y te atormentan pero repítete que si los ves ahora es porque tienes la fuerza necesarias para afrontarlos. No te los guardes para ti. Sácalos, échalos como puedas, escúpelos... Pero nada de tragártelos.
    Ánimo, campeona!! Muchísima FUERZA!!!! Sé de sobra lo duro que es... Sabes que para mí Enero fue horrible por eso pero ya llevo un par de meses algo más tranquila. Si aparecen al menos no me duelen tanto y lo hacen cada vez menos. Creo que llevo casi un mes sin ver ni recordar nada nuevo...
    Tranquila, pasito a pasito.
    Sabes que estoy contigo en este barco y que me siento súper orgullosa de ti.
    Como bien dices, sigues nadando a pesar de todo y eso dice muchísimo de ti.
    Un abrazo súper fuerte, preciosa!!

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    1. Siempre que leo tus comentarios me da un brinquito el corazón. Por lo que dices y por como lo dices.
      Porque transmites una energia tan positiva que me dejas con ganas de comerme el mundo...

      Lidiar con los recuerdos es para mi lo peor de este camino.Es remover lo que he mantenido bajo llave 32 años,y aún así me siento feliz de poder afrontarlos.

      Aguantar el bajon es duro pero se que es un pasito más hacia adelante.

      Con tantos compañeros de viaje es imposoble sentirse sola.
      Vuestra experiencia y vuestra fuerza es lo que me mantiene a flote muchas veces.

      Gracias por estar,siempre.

      Un abrazo pa esas tierras salerosas de soñadoras con sonrisas mágicas.

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  3. "La entereza es lo que me hace seguir hacia adelante. Recordar me asfixia,ahoga mi alma de nuevo, pero se como mantenerme a flote en aguas turbulentas y una vez más alcanzaré la orilla"

    Así es exactamente como me siento. A veces la orilla parece muy cercana pero el lago esta tan lleno de asquerosidades que soy incapaz de dar un pequeño brinco, otras la veo de lejos pero siento que puedo volar y alcanzarla.... Cierto es que no podemos forzarnos, pero saber que podemos hacerlo, que tenemos la fuerza para nadar en aguas turbulentas y no tener miedo de lo que venga es lo mas importante. Creo que aceptar la situación y seguir el ritmo de la marea es la clave.

    Muchos abrazos!!

    Miriam

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    1. Leo tu comentario y recuerdo a ese par que hace tán solo un par de meses andaban muertas de miedo y de angustia intentando afrontar los abusos...

      Como hemos crecido desde entonces.Cuanto hemos avanzado.Es increíble.

      Ahora sabemos lo fuertes que somos,estamos venciendo el miedo cada día.

      Es una alegría leerte y orgullo haber iniciado este camino contigo,ya verás que esas asquerosidades no son más que otro obstáculo que seremos capaces de sortear.

      Un abrazo fueeeeeerrrttteeee.

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