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Ana Mari, Ana, Amapola



Cuando era niña todo el mundo me llamaba Ana Mari. No es que odiara el nombre, me detestaba a mi misma. Tan pequeña y frágil. Tan solitaria y avergonzada. Tan culpable y sucia.

Con el cambio al bachiller a los 15 años cerré para siempre esa etapa. Había parado los abusos y los maltratos pero seguía siendo esa Ana Mari torturada en cuerpo y alma. Ahí fue cuando decidí vivir en la negación.

Desde el primer día de clase mi nombre era Ana, Ana Mari había muerto y la enterré en lo más profundo de mi ser. Me aseguré de elegir un instituto lo suficientemente lejano para que nadie de mi pasado me perturbara y de que nadie de mi clase lo hubiera elegido como primera opción. Necesitaba cambiar para empezar a vivir.
Me reinventé en una adolescente “guay” y bastante popular. Hice amigos con facilidad y comencé a salir de fiesta y a sentirme normal. Alegaba no tener amigas del colegio porque todas eran “pijas” e insoportables. En cierto modo era verdad, además fueron crueles e insufribles. Se dedicaron durante años a hacer leña del árbol caído y repetir curso, lo que para otros era un trauma, fue una alegría sólo por dejar de verlas. El último año si hice algunas amigas e incluso algo de vida social. Pero no quise mantenerlas, prefería olvidar todo lo relacionado con la infancia de la que acababa de salir.

Mi padre, severo y anticuado, se convirtió en un lastre para mis ansias de libertad. Me cortaba las alas continuamente y me imponía horarios absurdos para mi edad, o al menos así lo sentía entonces. Me resultaba muy paradójico, total no me iba a pasar nada que no me hubiera pasado ya.

Al poco tiempo llegó la separación y me vi entre la espada y la pared. Elegí a mi madre por pena, porque era la más débil a mi criterio y porque me daba todo el libertinaje que quería. La presión que mi padre ejerció para llevarme con él se volvió insostenible. No podía abandonar a mi madre porque eso significaba dejarla en la calle y con una paga miserable.

Cuando mi hermana se decidió por él se me partió el corazón porque supe que ya no nos íbamos a criar juntas, pero me alegre porque sabía que era su mejor opción. La escasez de dinero era tal que, manipulada por mi madre, llegué a denunciar a mi padre para poder acceder a un plan de ahorro juvenil que estaba bajo su tutela.
No se para que sirvió ese dinero, pero para entonces ya tenía instalado en casa al novio de mi madre con la escusa de ayudar con los gastos.
Esa denuncia marcó un antes y un después con los dos. Me sentí coaccionada por ella, usada para su guerra particular que consistía en demostrar unos maltratos que yo nunca vi. Era incapaz de darle la cara a él después de aquello y tarde años en volverle a hablar.
Me arrepentí mil veces de haberla elegido, la situación cada vez se agravaba más y las discusiones eran constantes. Ella estaba desatada, en su peor etapa. Llego a pretender que testificara en contra de mi padre una sarta de mentiras en las que basaba su alegato por la custodia de mi hermana. Gracias a Dios siempre supe cual era el mejor sitio para ella y me negué.
No podía soportar a su novio, del que mi mejor pensamiento era que se había bebido el dinero que mi bisabuela me había dejado. En esa época ella escribió la carta en la que narraba que vivía sola con su hija, drogadicta, prostituta, enferma mental y esquizofrenica, solicitaba un abono social. Carta que 15 años después me rompió el corazón. Con lo fácil que le habría sido destruirla...

Mi vida era un auténtico caos. Salía de marcha todos los días. No aparecía por el instituto. Los novios no me duraban más de un par de meses... Buscando sentir algo "normal" tuve una etapa bastante promiscua que pudo haber acabado muy mal en un par de ocasiones.
Ni siquiera di importancia a la primera vez que me acosté más o menos voluntariamente con alguien. No sabia decir no porque nunca había tenido esa opción y no me respetaba a mi misma. Tampoco esperaba al "indicado", me odiaba tanto que era imposible que alguien pudiese amarme. Abuse de las drogas y del alcohol con demasiada frecuencia, si no era incapaz de intimar con nadie. Fue una época tan llena de oscuridad que terminó de fundir mi luz interior. 

Decidí salir del abismo y busqué trabajo para poder independizarme. Dormía demasiadas noches en algún banco del parque y necesitaba una casa para lograr un mínimo de estabilidad. Mi primer trabajo fue de camarera en un pub, cuando descubrí que hacer el cierre incluía tener sexo con el dueño lo dejé. Siempre me ha sorprendido la cantidad de hombres tóxicos que se han cruzado en mi camino, algo debo emanar para atraerlos.
Empecé a trabajar en ventas, sin seguridad social para que mi madre no perdiera mi pensión. No sólo aprendí a ser comercial, empece a sentirme persona.

Al cuarto mes me fui a vivir con un chico del trabajo con el que estaba comenzando una relación. Estaba completamente colada por él. Me sentía agradecida de que alguien así se hubiera fijado en mi. Pero sus propios problemas e inseguridades hicieron que de los cinco años que pasamos juntos cuatro fueran un infierno, del que no supe salir hasta que dejé de sentir lástima y culpa por su depresión. Siempre desee tener a alguien a quien amar, pero se me olvido incluir que el sentimiento fuera recíproco. Hoy tengo claro que nunca me he enamorado, él me deslumbro porque era lo mejor que había conocido, simplemente. Si dormir mientras tu pareja está en contacto físico contigo es tan imposible que te produce pánico y ansiedad no es amor lo que sientes. Aún cuando dormía en el sofá, la gran mayoría de las veces, lo hacía con un ojo abierto porque no confiaba en que no se le hiciese un cortocircuito. 

Cuando la cosa llegó a su punto álgido, pues él no estaba dispuesto a dejar marchar a su fuente de ingresos, huí de nuevo a casa de mi madre hasta que pude restablecerme y alquilar una habitación.

Era diferente y casi una desconocida para mí. La vida nos había dado muchas lecciones a ambas. Fue una etapa feliz en la que tenía contacto con toda la familia, salvo con mi abusador.
Estuve viviendo en pisos compartidos con amigos, trabajando en ventas, atención al cliente o en hostelería y con todos mis fantasmas a raya a base de seguir callando y negando la realidad. Tuve algunos amigos con derechos pero estaba demasiado herida para plantear nada más. 

Fui ahorrando un poco y me atreví a saltar al vacío y a montar mi propio negocio. La convivencia no fue tan fácil como pensaba porque no estaba acostumbrada a soportar juicios de nadie, yo me había hecho a mi misma y tenia demasiado claro como deseaba que fueran las cosas. Demasiadas discusiones y mucha frustración.

A los dos años de abrir a mi madre le detectaron un cáncer de mama extremadamente agresivo y ocho meses después falleció, ironicamente un día de la madre.
Había pasado a ser un gran apoyo y me sentí más sola y desamparada que nunca. En la relación que tenía con mi hermana y con mi padre tenia impuesta una barrera, hoy entiendo que era una mezcla de culpas y de rencores injustificados. En el restaurante nadie compartía mis criterios. De tanto trabajar me estaba quedando sin amigos y sin vida. Ahí empecé a derrumbarme.
Poco a poco me desmoroné como un castillo de naipes. Físicamente padecí mil síntomas extraños, somatización pura y dura. Mentalmente comencé a desarrollar la fobia social que me llevó al limite tiempo después. Las palabras me hacían mucho daño.
Pasé meses encerrada, deprimida, aterrorizada, avergonzada, arrepentida,... Muerta en vida. Hasta que una escena de televisión hizo clic en mi cerebro y entendí que la negación no borraba el pasado.

Y de un recuerdo de una tarde de verano, rumbo a la piscina que me otorgó los mejores momentos de la niñez, de un paisaje verde y rojo nació Amapola. En mi tierra se dice "eres más tonto que un ababol que crece en cualquier lado". Atravesar ese campo de amapolas me llevaba al cielo, crecí en un entorno desastroso y nunca me creí demasiado lista, si una descastada y una mala hierba. Mi alterego en internet resultó ser mi verdadero yo, mi esencia.

He sobrevivido 15 años como Ana Mari, 17 como Ana y es como Amapola con quien he empezado a vivir.
Me cansa demasiado ser yo a escondidas y callar de nuevo mientras grito en internet.
Es una decisión tomada, aunque aplazada. Amapola es quien quiero ser, Ana es quien soy y ambas deben ser una sola, yo.
A través de esta especie de diario cibernético veo los primeros avances en este proceso, pero también veo la cobardía de usar un anonimato en vez de mi nombre real. No puedo romper el silencio a escondidas.

No quiero seguir tapando el sol con un dedo. Mi vida ha sido así y no tengo nada de que avergonzarme.
Estoy tan orgullosa de mis errores, salvo de mi peor culpa, como de mis aciertos. Ellos me hicieron crecer y ser como soy ahora. Mucho más que una cobarde depresiva. Una luchadora que ha conseguido sobrevivir.

Alguien que ha visto la realidad y que se niega a seguir siendo cómplice en el silencio. El abuso es real, existe y amparado en su tabú destroza una de cada cinco infancias. La mía ya no tiene remedio, pero otras muchas sí. Tal vez que yo de este paso y desvelé mi verdad no haga un gran cambio, pero es una voz más que escuchar.
Quizás no pueda gritar como quisiera porque mis fuerzas son limitadas, pero confió en el tacto de quien realmente importa.

Para mí si significa un gran paso, porque siendo yo me quito el antifaz para siempre. Dejo atrás la vergüenza y el silencio.

















Hoy por primera vez Ana es Amapola y Amapola es Ana. Hoy soy lo que quiero ser y la pequeña Ana Mari vuelve a sonreir.

Comentarios

  1. Ana y Amapola a cuál más bonita! @-}--

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  2. Felicidades por este precioso escrito, me has puesto la piel de gallina... Ya has conseguido fusionar todas las partes de ti; a cual mas bonita, totalmente de acuerdo!
    Raquel.

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  3. Bravo por esa Ana que siempre ha estado ahi escondida bajo un antifaz,porque aunque ella no lo sabia se dejaba entrever,esa fuerza arrolladora que tenia que escapar de su encierro haciendo una grieta en la roca,aunque arrollara todo lo que se pusiera en su camino,Gracias Amapola,

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  4. Amapola, me encanta tu nombre, Ana, y sabes siempre has sido tú lo que pasa que ahora más replandeciente y más fuerte.

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  5. Moviste todo mi ser con tu escrito, es muy emotivo y me identifico contigo...

    "pero también veo la cobardía de usar un anonimato en vez de mi nombre real. No puedo romper el silencio a escondidas".

    Si por mi fuera hace rato que colocara mi nombre completo pero no lo hago por mi esposo e hijos, aunque muchas personas cercanas saben quien soy... Debo respetar el proceso de ellos quienes aún no pueden con esto...

    Un abrazo Amapola, vas mejorando paso a paso pero seguro...

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  6. Gracias por vuestras palabras,como siempre son mi apoyo,mi fuerza.
    Cada uno tenemos nuestro tiempo. Mi caída ha sido tan drástica que los comentarios que la gente me hace,aunque sea con buena intención,me hacen sentir incomprendida y una hipócrita.
    Tal vez ese haya sido el factor desencadenante de mi decisión.

    Yo no tengo esposo o hijos por quien mirar. Sólo trato de sentirme lo mejor posible por mí,pero tu caso Anmagoca es mucho más complicado. No te sientas mal por ello,sólo haces lo mejor para tu familia.

    Nos llamemos como nos llamemos es nuestra esencia la que siempre está ahí.

    Un abrazo.

    Ana

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  7. Cuanta admiración siento al leer cada palabra que has plasmado en esta entrada. Qué niña más preciosa es Ana Mari.

    Te felicito de corazón por este gran logro y celebro a esa preciosa niña que vuelve a sonreir!

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  8. Estoy con Anmagoca y entiendo también muy bien tus palabras.
    En mi caso, yo también me he parado a pensar eso. Que me siento fuerte contando mi historia desde mi anonimato en mi rinconcito cibernético, en mi blog pero no sé hasta qué punto eso es romper el silencio.
    En mi caso, yo tengo que respetar a mi tía y a mi prima, por encima de todo, también a mi madre y a mi padre, y cada uno piensa de una forma. El que mi prima y mi tía no sepan nada, o no quieran saber nada, complica las cosas porque llevo un par de semanas en las que veo a mi tío a diario, tengo que fingir estar bien cuando no lo estoy y oye, hay momentos súper duros en los que me pesa demasiado el antifaz, como bien dices...
    Pero sé que nunca dejo de ser yo misma. Soy yo cuando salgo fuera de mi cuarto y sonrío y ayudo a mi prima con los peques, y estoy con mi tío "tan normal" y también soy yo cuando llego a casa y me derrumbo y rompo a llorar y me doy cuenta de mi verdad, del dolor tan grande que ahora mismo siento por otras historias personales que nada tienen que ver con los abusos.
    Somos siempre y en todo momento nosotras.
    A mí me encanta Ana Mari, Ana y Amapola porque las 3 eres TÚ misma.
    Voy a ponerme al día con tus entradas. Estoy despertando de mi letargo cibernauta! ;) .
    Un abrazo!!

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  9. Gracias Reencontrándome,todas nuestras niñas son preciosas...

    Paperucita contarlo ya es romper el silencio,o te parece poco expresar tus sentimientos más íntimos en público?.
    De cada blog que he visitado he aprendido algo y cada uno es un granito de arena en esta lucha.Nadie puede negar la realidad si hay tantos valientes gritando en la red...
    En mi caso como Amapola me siento libre y como Ana me parece que sigo fingiendo,ya empezaba a temer desarrollar doble personalidad...
    No tengo a nadie a quien le afecte mi decisión,y la única que podía salir salpicada me dió su apoyo. Cuando se mezcla la familia todo se complica...
    Mi abusador ya falleció y antes tampoco lo veía,no puedo imaginar como te sientes teniendo que tragarlo a diario.Fuerza Valiente,tu puedes.
    Detrás de cada nick encuentro una persona excelente,una persona real que me comprende y a quien comprendo.
    Somos quien está detrás del apodo,no lo olvido...
    Un abrazo para ambas

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  10. Enhorabuena, y sigue cuidándote!!

    Un abrazo!!

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