Decepción

Me decidí a hablar con 21 años. La primera persona a la que se lo conté fue a mi padre. Me dijo la frase que más me ha dolido en toda mi vida. “Pero si tú te ibas tan a gusto con él”. Él nunca a vuelto a tocar el tema y yo me lo trague otros once años hasta que un día exploté.

Lo siguiente que mi padre me dijo fue “como tu nunca contaste nada”. Me confesó que mi madre le había dicho que también le ocurrió pero que no lo tomó muy en serio, como ella era tan mentirosa...

Me fui directa a casa de mi madre y ella, al menos, me pidió perdón por su ceguera. Aunque me costó volver a hablarle, sabía perfectamente lo que me esperaba cada vez que me dejaba a solas con él. Aunque no quisiese admitirlo.

Me digo que a mi padre le superó, que no se lo supe decir con tacto y mil cosas más pero lo cierto es que mi relación con él desde ese día no es igual.

La primera vez que rompí el silencio descubrí que tenían mil motivos para sospechar y ninguno hizo nada.

Me sentí culpabilizada por él. Ni siquiera se si me creyó.

Sentí tanto rencor hacia ellos por no cuidarme, por dejarme en manos de mi abusador.

El abuso rompe la confianza en quien debería protegernos y en nosotros mismos.

Cuando hablamos y no nos sentimos apoyados la brecha que nos separa se magnifica.

Trato de tener una relación “normal” pero no puedo sentirla así. Se que para él es difícil y duele, pero más tarde o más temprano tenemos que enfrentar esto.

Me gustaría tanto poder cerrar esa brecha de incomprensión y soledad. Al menos creo que mi hermana me entiende, aunque los motivos por los que lo hace me desgarren el alma de nuevo...

No quiero más culpas en mi vida, no quiero responsabilizarme de los pecados ajenos, no quiero sentirme falsa por no poder quererlo como antes.

Y sin embargo lo hago.