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Querida Ana

Querida Ana del 2007: Soy otra Ana. Alguien que te lleva nueve años de lágrimas. Alguien que ha conseguido sanar viejas heridas. Alguien que está terminando una guerra tras mil batallas a sus pies. A veces veo la luz al final del túnel. He conseguido quererme, valorarme, entenderme y sobre todo respetarme. No te mentiré, hay días negros. Hoy es uno de ellos. Pero no es un día oscuro. La luz a vuelto a nuestra vida de la mano de esa niña que no pudimos ser.  Si pudiese volver atrás te diría tantas cosas... En 2007 vives escondida bajo un bonito antifaz que te aprisiona el alma. Pero, a pesar de todos los secretos que encierras y de ese inmenso vacío emocional, tu ilusión y esperanza permanecen intactas. A veces equivocamos el camino. Otras veces seguimos el trayecto que ya conocemos sin plantear una ruta alternativa. Salir de esa autopista en la que estás transitando va a conllevar un gran peaje. Para cocinar una rana es necesario meterla viva en una olla de agua frí

Manipulación

Nunca permitiste que te llamara abuelo o yayo porque según tú eras demasiado joven para serlo. Y es algo que siempre te agradeceré, porque al menos es una palabra que tu infamia no pudo ensuciar. Aún después de tantos años la manipulación que ejercías sobre todo el núcleo familiar no deja de asombrarme. Crecí en un familia donde todos te admiraban y obedecían de tal manera que era imposible que una niña avergonzada y atemorizada pudiese reunir la valentía de enfrentarte. Además de un depravado asqueroso eras sumamente descarado. Llegaste a abusar de mi dentro del agua cuando íbamos a la playa mientras mis padres y tu mujer tomaban el sol en la orilla. Deslizabas tu mano bajo la mesa en las comidas familiares aprovechando que habías marcado mi sitio junto al tuyo. Me repetías constantemente que yo lo buscaba y lo disfrutaba. A veces pienso que tu mismo te lo creías... Durante años me pregunté que viste en mí o que hice yo para provocarte. Pero hoy entiendo que mi único

Julia

Su sola presencia transmitía paz. Era una anciana entrañable y una persona extraordinaria. Nunca conocí a nadie tan fuerte en un cuerpo tan débil. Jamás un enfado, una queja, mala palabra, un reproche,... Sólo sabía dar amor y cariño. Hace dieciséis años que se marcho y todavía mi mente hace mención muchas veces de girar en el pasillo y encaminar mis pasos hasta su habitación. Tan chiquita y sin embargo tan grande. Casi no veía y sólo escuchaba a través de un aparato que le conectaba al mundo a través de las ondas radiofónicas. Sospecho que cuando le daba conciertos de flauta alguna vez lo desconectaba para evitar el dolor de cabeza. Tenía un sexto sentido especial, intuía cuando fallecían sus hermanos uno a uno. Ella era la mayor y los sobrevivió a todos. A pesar de que su cuerpo estaba cansado y desgastado su cabeza siempre estuvo lucida. Desde su sillón cada mes me recordaba que me iba a venir la regla, y me llenaba de consejos propios de su época sobre no lav

Soy como soy

Hace poco empecé un proyecto personal, escribir cada uno de mis recuerdos, por insignificantes que fueran. Tal vez buscando una forma de organizar mi cabeza, de fechar los abusos ya que muchas cosas estaban borrosas y sumidas en un mar de confusión. La paradoja de querer recuperar esos trozos borrados que se esconden en mi subconsciente es darte de bruces contra el muro que siempre evitaste traspasar. Porque duele demasiado pasar a ser el protagonista de la película en vez de verla en tercera persona como un mero espectador. Adormecí los sentidos hace tanto tiempo que ahora es extraño redescubrirlos. Pasé años sin derramar una sola lágrima y ahora acuden a mis ojos ante la más pequeña decepción. Siempre pensé que llorar es un signo de debilidad, siempre me avergonzó hacerlo en público y sin embargo ahora lo hago sin poderlo evitar. Creo que ni siquiera lloré lo suficiente con la muerte de mi madre, es absurdo perder el control con las pequeñas cosas del día a día y m

Levantarse

Prefiero ser una amargada que seguir con el antifaz. Porque el mundo exige que seas de una determinada manera para que puedas encajar en él, pero llega un momento en que descubres que hace años que eres una pieza diferente y que por mucho que que te amoldes nunca encontrarás tu sitio en ese puzzle. Si me hubiese caído de la bicicleta durante la infancia, se me hubiese desplazado una rótula y en consecuencia mi pierna estuviese rota ahora todo el mundo entendería perfectamente que no estoy bien y no puedo hacer muchas cosas. Pero cuando lo que está roto es el alma todo se complica. Nadie entiende el porque y continuamente te fuerzan a hacer pequeñas cosas para las que tal vez no estas preparada. Con la pierna rota no se te exigiría correr una maratón. Con el alma rota se te exige salir de casa y seguir como si nada. Aunque pongas todo tu energía en hacerlo y llegar hasta el bar, siempre habrá alguien de lengua afilada para recriminarte por llegar tarde. Es c

Navidad

Tengo un bajón y de los gordos. De los de no poder salir de casa ni querer hablar con nadie. Perdí el camino, y cuesta tanto encontrarlo de nuevo... Una buena amiga siempre me repite “nunca dejes de escribir”. Y hasta eso he perdido últimamente, hasta las ganas de escribir,de sacarlo todo, de desahogarme. A veces me pregunto en que momento empecé a encontrarme mejor en soledad. No recuerdo una época de mi vida en que no haya deseado estar sola. Ya cuando era niña mi mayor ilusión era que mis padres se fuesen a la piscina con mi hermana para quedarme castigada toda la tarde, sola en casa. No tengo claro si la primera navidad que pase sola fue a los 17 o a los 18 años. Lo más triste es que viendo una película mientras cenaba canelones de atún disfrute mucho más que en esas supuestas maravillosas cenas familiares.  Esos años en los que no tenía contacto con mi padre y en los que mi madre o cenaba con mi abuelo o se iba al pueblo de su novio cené muy bien acompañ

Viernes

Recuerdo pocos detalles de los abusos, mi memoria se va ampliando a trazos pero todavía son piezas sueltas de un puzle incompleto. Sin embargo el viernes es el peor día de la semana. Me levanto a veces con una angustia en el pecho que dura casi todo el fin de semana. Y hay algo que tengo claro, es cuando más estrés hay en el trabajo, pero también es cuando se produjeron la mayor parte de los abusos. ¿Puede el subconsciente alterar mi estado de ánimo con esa especie de impotencia indescriptible? Creo que los viernes es mi niña la que toma el mando, la que me recuerda porque ese día todo cuesta el doble y todo duele más. Tal vez es la misma angustia que sentía entonces, al saber lo que el fin de semana deparaba. La impotencia de no saber como evitarlo. La culpabilidad de sentirme cómplice. El maldito silencio aprisionando mi alma y destrozando mi infancia. Es posible que la mente olvidara lo sucedido, pero mi cuerpo si mantuvo vivos esos sentimientos.