Hace
poco empecé un proyecto personal, escribir cada uno de mis
recuerdos, por insignificantes que fueran.
Tal
vez buscando una forma de organizar mi cabeza, de fechar los abusos ya
que muchas cosas estaban borrosas y sumidas en un mar de confusión.
La
paradoja de querer recuperar esos trozos borrados que se esconden en
mi subconsciente es darte de bruces contra el muro que siempre
evitaste traspasar. Porque duele demasiado pasar a ser el
protagonista de la película en vez de verla en tercera persona como
un mero espectador.
Adormecí
los sentidos hace tanto tiempo que ahora es extraño redescubrirlos.
Pasé años sin derramar una sola lágrima y ahora acuden a mis ojos
ante la más pequeña decepción. Siempre pensé que llorar es un
signo de debilidad, siempre me avergonzó hacerlo en público y sin
embargo ahora lo hago sin poderlo evitar.
Creo
que ni siquiera lloré lo suficiente con la muerte de mi madre, es
absurdo perder el control con las pequeñas cosas del día a día y
mantenerlo en las situaciones más cruciales. Pero así soy yo, capaz
de enfrentar cualquier problema serio sin pestañear y hundiéndome
por una docena de palabras mal dichas o por un desprecio mal
entendido.
Me
encantaría cubrirme con una coraza de indiferencia y no dejar que
nada me afectase, pero sé que esa no es la solución. Sentir el dolor
es parte de la vida, y quiero pensar que estoy empezando a vivir.
Una
característica común en muchos de los supervivientes que he
encontrado por el camino es la empatía. Dicen que las personas más
generosas son las más humildes, quizás las personas más sensibles
sean las que han sufrido más.
Di
por hecho que el exceso de sensibilidad era el rasgo más frágil de mi personalidad, todo me
afecta. El más mínimo comentario me desestabiliza y me hiere.
Escondida tras el antifaz me convertí en una gran actriz que
permanecía inmutable aunque su interior se rompiese con cada palabra
que escuchara.
Es
ahora cuando mi verdadero yo se hace presente y cuando el agua salada
que acude a mis ojos me revela muchas cosas. Creo que he perdido
mucho tiempo mendigando cariño cuando es algo que se ofrece
gratuitamente. He sobrevalorado el altruismo hasta tal punto que he
antepuesto los gustos ajenos a los míos propios. Ahora entiendo que
debo dejar de buscar un sitio que es posible que nunca haya tenido y
simplemente ser como soy. Porque si en el que debería ser mi lugar
en el mundo me siento desplazada o acoplada no puedo volver a
moldearme para encajar.
Es
complicado de entender, es difícil de explicar, pero el egoísmo que
veo a mi alrededor no me gusta. Parece que cada uno va a lo suyo y no
ve más que alrededor de su ombligo. Mientras yo me dedicaba a estar
pendiente de las prioridades ajenas el puzzle era perfecto, pero hoy
necesito abandonar la soledad que siempre me ha acompañado y pasar
de estar rodeada de gente a estar con gente.
Me
hace sentir bien dar, me encanta hacer felices a quienes aprecio pero
llega un momento en el que necesitas recibir. Y no hablo de grandes
tesoros, sino de un abrazo, un gesto de cariño, un detalle que te hace
ver que esa persona piensa en ti. Destruir la fortaleza aislante que
cerní me lleva a esto, a necesitar sentirme querida y no por hacer
méritos para ello, sino porque soy como soy.
Soy
como soy, y dejarme ser me está costando demasiado trabajo y esfuerzo
para dejarme llevar de nuevo a ser lo que creo que quieren que sea.
Que bueno leerte de nuevo... se como eres... ;-) Un abrazo...
ResponderEliminarYo también se como eres, y ser simplemente nosotras es tan grande... Un abrazo fuerte.
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