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Julia


Su sola presencia transmitía paz. Era una anciana entrañable y una persona extraordinaria.

Nunca conocí a nadie tan fuerte en un cuerpo tan débil. Jamás un enfado, una queja, mala palabra, un reproche,... Sólo sabía dar amor y cariño.

Hace dieciséis años que se marcho y todavía mi mente hace mención muchas veces de girar en el pasillo y encaminar mis pasos hasta su habitación.

Tan chiquita y sin embargo tan grande. Casi no veía y sólo escuchaba a través de un aparato que le conectaba al mundo a través de las ondas radiofónicas. Sospecho que cuando le daba conciertos de flauta alguna vez lo desconectaba para evitar el dolor de cabeza.

Tenía un sexto sentido especial, intuía cuando fallecían sus hermanos uno a uno. Ella era la mayor y los sobrevivió a todos. A pesar de que su cuerpo estaba cansado y desgastado su cabeza siempre estuvo lucida. Desde su sillón cada mes me recordaba que me iba a venir la regla, y me llenaba de consejos propios de su época sobre no lavarse el pelo o hacer mayonesa esos días.

Ir a su casa significaba encontrarme de frente con mi abusador, y creo que si hoy puedo volver a pisar ese suelo es porque la pureza de su alma anula un poco la suciedad de lo que allí ocurrió tantas veces.

Mientras ella escuchaba poesía con su pequeño transistor pegado al audífono más de una vez mi abuelo aprovechaba la ausencia de su hija, su mujer, para “jugar” conmigo.
A veces se iba un momento al mercado y él me aprisionaba contra la puerta de la calle para vigilar por la mirilla si ella volvía mientras satisfacía sus bajos instintos. Esa era su forma de ayudarme a hacer los deberes.

Falleció con noventa y seis años, a pesar de su longevidad a mi me supo a poco. Tras su muerte todo cambió, mi madre pidió el divorcio y se descontroló, al igual que yo.
Cuando nació mi hermana yo quería que la llamaran como ella, a pesar de que entonces yo tenía seis años me sigue pareciendo precioso que su segundo nombre sea Julia en su honor. Poco después de su marcha nuestros caminos se separaron durante un tiempo, pero esas niñas que jugaban a ser “Mary y July” han vuelto a unirse como entonces y espero que esta vez para siempre.

Ayer estuve conversando con alguien que sin saberlo heredó esa paz de espíritu. Alguien que está cuando realmente importa. Hay tantas cosas que ambas descubrimos, ella a través de este blog y yo a través de sus palabras. Porque con el tiempo hay acontecimientos que pasan al olvido y que explican muchas actitudes del presente.

Tal vez mis silencios sean algo difícil de entender, el ostracismo que necesite para comenzar a sanar es complicado. Pero ella estuvo cogiendo nuestra mano cuando mi madre se fue y hoy que ha encajado todas las fichas sigue brindándonos ese apoyo y ese cariño que nace más allá de la sangre.

Ayer Julia hubiese celebrado su cumpleaños, y su nieta y su biznieta se reunieron por primera vez sin el antifaz. De vuelta a casa me la imaginaba sonriendo desde algún lugar lleno de luz...

Comentarios

  1. Tenemos mucha suerte de contar con ese ser especial. Es el punto de cordura y de calma que necesitamos. Sabe escuchar y lo más importante sin juzgar. Gracias a su sensibilidad y su buen hacer el puzzle esta encajando y el ave fenix emergiendo.

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  2. Ya lo creo que tenemos suerte.
    A veces su presencia (en el recuerdo o real) lo compensa todo...
    Besos desde el Averno.

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