Recuerdo pocos detalles de los abusos, mi memoria se va ampliando a trazos pero todavía son piezas sueltas de un puzle incompleto. Sin embargo el viernes es el peor día de la semana. Me levanto a veces con una angustia en el pecho que dura casi todo el fin de semana. Y hay algo que tengo claro, es cuando más estrés hay en el trabajo, pero también es cuando se produjeron la mayor parte de los abusos. ¿Puede el subconsciente alterar mi estado de ánimo con esa especie de impotencia indescriptible? Creo que los viernes es mi niña la que toma el mando, la que me recuerda porque ese día todo cuesta el doble y todo duele más. Tal vez es la misma angustia que sentía entonces, al saber lo que el fin de semana deparaba. La impotencia de no saber como evitarlo. La culpabilidad de sentirme cómplice. El maldito silencio aprisionando mi alma y destrozando mi infancia. Es posible que la mente olvidara lo sucedido, pero mi cuerpo si mantuvo vivos esos sentimientos. ...
Inventé un antifaz que ocultase mi dolor. Viví como crecí, bajo la mordaza del silencio. Ocultando mi verdad. Rota por dentro. Mi infancia está marcada por los abusos. Mi alma está camuflada tras ese antifaz. Llevo demasiado tiempo conviviendo con la vergüenza, la culpa, la soledad y el miedo. Deseo recuperar mi voz y gritar la verdad que muchos prefieren no escuchar.