Su sola presencia transmitía paz. Era una anciana entrañable y una persona extraordinaria. Nunca conocí a nadie tan fuerte en un cuerpo tan débil. Jamás un enfado, una queja, mala palabra, un reproche,... Sólo sabía dar amor y cariño. Hace dieciséis años que se marcho y todavía mi mente hace mención muchas veces de girar en el pasillo y encaminar mis pasos hasta su habitación. Tan chiquita y sin embargo tan grande. Casi no veía y sólo escuchaba a través de un aparato que le conectaba al mundo a través de las ondas radiofónicas. Sospecho que cuando le daba conciertos de flauta alguna vez lo desconectaba para evitar el dolor de cabeza. Tenía un sexto sentido especial, intuía cuando fallecían sus hermanos uno a uno. Ella era la mayor y los sobrevivió a todos. A pesar de que su cuerpo estaba cansado y desgastado su cabeza siempre estuvo lucida. Desde su sillón cada mes me recordaba que me iba a venir la regla, y me llenaba de consejos propios de su época sobre no lav...
Inventé un antifaz que ocultase mi dolor. Viví como crecí, bajo la mordaza del silencio. Ocultando mi verdad. Rota por dentro. Mi infancia está marcada por los abusos. Mi alma está camuflada tras ese antifaz. Llevo demasiado tiempo conviviendo con la vergüenza, la culpa, la soledad y el miedo. Deseo recuperar mi voz y gritar la verdad que muchos prefieren no escuchar.